El silencio era absoluto, todo el cuarto estaba a oscuras,
solo iluminado vagamente por la luz de la luna que entraba por la ventana. Él
estaba sentado en una esquina de la habitación totalmente inmóvil. Respiraba despacio
dejaba escapar el aire lentamente por la boca como si quisiera saborearlo,
adoraba esos momentos después de trabajar, un instante de paz en el que el
mundo parecía detenerse y sólo existían él y su obra. Abrió los ojos, observó
su trabajo de hoy y quedó bastante satisfecho. Estas últimas semanas su oficio
no le había saciado como antes lo hacía. Seguía divirtiéndose pero ya no sentía
esa euforia y excitación, cómo si hubiera perdido su magia, y eso lo deprimía.
Pero en aquella ocasión lo había sentido casi como en los viejos tiempos. Este
pensamiento lo hizo sonreír se levantó y se dirigió al baño, se contempló delante
del espejo, es cierto que trabajar en su obra le encantaba, pero a veces le molestaba lo mucho que se ensuciaba. Llenó
la bañera de agua caliente se quitó la ropa y se sumergió en ella. Dejó escapar
un largo suspiro, había llegado a considerar el bañarse como una parte
indispensable del ritual. Era su manera de purificarse y de renovar sus
pensamientos. Se recordó a si mismo que después tenía que quemar la ropa
manchada y también comprar un traje nuevo (en realidad tenía ropa de sobra pero
nunca se sabe cuándo vas a necesitar uno de repuesto). Estuvo unos cuatro
minutos más en el agua y después salió, se secó
lo más rápido que pudo y se vistió con ropa nueva, miró su reloj de
muñeca eran las seis p.m. todavía había tiempo, así que se puso manos a la
obra, cogió una bolsa de basura de tamaño grande y se puso unos guantes de látex
y empezó a meter las piezas dentro de la bolsa, costó meterlas todas, pero lo
consiguió, también metió la herramienta que había usado aquella vez. Antes de
meter la última pieza la sostuvo en su mano y la observó, todavía caían de ella
los hermosos cabellos color miel, aunque su rostro ya no eras ni de lejos tan
bello como antes. Al mirarla no pudo evitar volver a sonreír y se le ocurrió la
idea de besarla pero al final no se atrevió. Después de todo en su trabajo
había fronteras que ni él mismo quería cruzar, y lo metió en la bolsa, pensó
que todavía le quedaba tiempo para limpiar su habitación, así que lo hizo,
limpió a conciencia, el suelo y las paredes y cuando acabó volvió a mirar el
reloj, las ocho menos veinte p.m. ,se felicitó a si mismo por lo
espectacularmente sincronizadas que estaban sus acciones con el tiempo. Cogió
la bolsa donde lo había metido todo y salió a la calle. El sol apenas había
salido y todavía no había casi nadie en las calles. Recorrió una pequeña
distancia y llegó al contenedor donde arrojó la bolsa y decidió quedarse a
esperar a que viniera, mientras esperaba pensó en lo feliz que le hacía su
trabajo. Era lo que le daba sentido a su vida y la llenaba de emoción y se dio cuenta
de que era una persona increíble. Otros hombres que se dedicaban a lo mismo que
él se rompían la cabeza pensando planes que daban como resultado algo insulso y
chapucero, pero él no, él ejercía su profesión de manera hermosa y eficaz y
para la siguiente ocasión había pensado algo especial y entonces oyó llegar el camión de la basura.
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