martes, 16 de agosto de 2016

Para mi el grupo... ¿qué es?

Me gustaría agradecer todos los momentos que he pasado con este club, escribiendo libremente bajo las cadenas de los retos que nos hacían mejorar. Agradecer cada tarde, el viento, la lluvia, las nubes, el sol y hasta el ocaso presenciaron nuestras historias. Seré breve, me ha encantado aprender, he descubierto cosas sobre mí mismo y estoy muy orgulloso. Espero volver a vernos de nuevo, ha sido un gran grupo que desgraciadamente este año no voy a poder integrar. La universidad me espera, y esta vez es por la tarde, muchas gracias por todo, desde mi maestro hasta a mis compañeros que lograsteis ser algo más que una de las muchas personas que miro indiferente.
Zeta. 

jueves, 7 de julio de 2016

Rosario, Rosario

Rosario la ciudad del pecado,
la capital de la Santa Fé.
Abandonado Rosario, fue dejado por un bien,
cuya rosa fue abandonado en un río de rosario.
Había un pez que se alimentaba de la flor de Rosario,
hasta que la rosa  se extinguió y Rosario le acompañó.

viernes, 22 de abril de 2016

Esto es lo que conservo

Quiero dejar de pensar, quiero dejar de asustarme, quiero hablar como si nada hubiera pasado.
Quiero esperar, quiero esperar a pintar mi mente, a que todo en adelante vaya a mejor, a que siempre una palabra sea mejor que la anterior, a que las cosas por muy sencillas que sean siempre estén bien hechas.
Desarmar mi conciencia y dejar de opinar sobre lo perdido.
Agarrarme al camino y decir señalando “esto es lo que conservo”.

martes, 22 de marzo de 2016

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Una leyenda está escrita en un mapa, cuya historia es: en el templo del sol naciente en las colinas más sobresaliente, se encuentra las partituras de la vida y la muerte, la vida creada por un servidor de dios, un ángel de puro corazón,  creo para que la humanidad tuviera una salvación, ya que se dice que es capaz de curar cualquier dolor incluso el del amor. Las partituras de la muerte, es una belleza inocente, creada por la parca una chica poco benevolente quien lo toque puede causar la muerte a sus oyentes.
Hoshi el descubridor del mapa, teniendo una enfermedad que  con el tiempo le terminara por matar. Sus últimas esperanzas yacen en una leyenda escrita en un papel sin más, sin demorar pone rumbo al templo de la montaña antes que la enfermedad lo termine por acabar, pues su única forma de mantenerse con vida se encuentra en unos hongos capaz de retrasar el proceso de la enfermedad pero no curar, ya costa  de los sentidos ir perdiendo los poco a poco sin siquiera notar, que tristeza es que su cuerpo poco a poco se le termine por acabar ya que el tiempo hiso que casi no pudiese mirar o saborear, ni el dolor era algo que el pudiese sentir sin más, llegando a la sima Hoshi encuentra el templo sin darse cuenta da unos paso así un cofre donde dentro yace su salvación pero cuando tiene el papel no podía ver más su visión se terminó por fallar y sus lágrimas empiezan a brotar,  y una palabras empieza a soltar, aunque no se le puede escuchar ya que el habla era otra cosa que tan bien se le termino por acabar, pero el viento fue capaz de entender cada frase en el instante.
Hoshi: hoy me despido de esta vida, que al parecer muy poco me quería, de una esperanza falsa que quise tener hasta el final, que solo me termino por de rumbar aún más de lo que podía estar, por una vida miserable nada más y estoy tan vacío que ni siquiera puedo llorar, a dios mundo al que alguna vez pude amar, pero de ese momento ya ni siquiera puedo recordar.
Fue cuando escucha una hermosa voz y le dice: te canto mi canción?
Hoshi: si viene de tu voz no veo por qué no.

que soy ?



Albergo las más hermosas figuras
Y muestro los sentimientos que aún perduran
El día a día de una persona
Lo que odias o perdonas

Guardo secretos, escondiéndome de los que no deben saberlo
Soy la mayor alegría o tu peor tristeza
Albergó leyendas nucas olvidadas
E historias que tienen que ser enseñadas

Soy testigos de las mayores obras
Y predico lo que la gente adora
Tal vez fui echo para expresar
Sacrificando una vida de verde para admirar

Apolo el dios que enseño a los romanos
Me hiso para explicar, el mundo en su totalidad
Me eliminan cuando suelen fallar
Tal vez mi valor reside en lo que me puedan gravar

UN TRABAJO SENCILLO. Relato 1 Nehemías


El silencio era  absoluto, todo el cuarto estaba a oscuras, solo iluminado vagamente por la luz de la luna que entraba por la ventana. Él estaba sentado en una esquina de la habitación totalmente inmóvil. Respiraba despacio dejaba escapar el aire lentamente por la boca como si quisiera saborearlo, adoraba esos momentos después de trabajar, un instante de paz en el que el mundo parecía detenerse y sólo existían él y su obra. Abrió los ojos, observó su trabajo de hoy y quedó bastante satisfecho. Estas últimas semanas su oficio no le había saciado como antes lo hacía. Seguía divirtiéndose pero ya no sentía esa euforia y excitación, cómo si hubiera perdido su magia, y eso lo deprimía. Pero en aquella ocasión lo había sentido casi como en los viejos tiempos. Este pensamiento lo hizo sonreír se levantó y se dirigió al baño, se contempló delante del espejo, es cierto que trabajar en su obra le encantaba, pero a veces  le molestaba lo mucho que se ensuciaba. Llenó la bañera de agua caliente se quitó la ropa y se sumergió en ella. Dejó escapar un largo suspiro, había llegado a considerar el bañarse como una parte indispensable del ritual. Era su manera de purificarse y de renovar sus pensamientos. Se recordó a si mismo que después tenía que quemar la ropa manchada y también comprar un traje nuevo (en realidad tenía ropa de sobra pero nunca se sabe cuándo vas a necesitar uno de repuesto). Estuvo unos cuatro minutos más en el agua y después salió, se secó  lo más rápido que pudo y se vistió con ropa nueva, miró su reloj de muñeca eran las seis p.m. todavía había tiempo, así que se puso manos a la obra, cogió una bolsa de basura de tamaño grande y se puso unos guantes de látex y empezó a meter las piezas dentro de la bolsa, costó meterlas todas, pero lo consiguió, también metió la herramienta que había usado aquella vez. Antes de meter la última pieza la sostuvo en su mano y la observó, todavía caían de ella los hermosos cabellos color miel, aunque su rostro ya no eras ni de lejos tan bello como antes. Al mirarla no pudo evitar volver a sonreír y se le ocurrió la idea de besarla pero al final no se atrevió. Después de todo en su trabajo había fronteras que ni él mismo quería cruzar, y lo metió en la bolsa, pensó que todavía le quedaba tiempo para limpiar su habitación, así que lo hizo, limpió a conciencia, el suelo y las paredes y cuando acabó volvió a mirar el reloj, las ocho menos veinte p.m. ,se felicitó a si mismo por lo espectacularmente sincronizadas que estaban sus acciones con el tiempo. Cogió la bolsa donde lo había metido todo y salió a la calle. El sol apenas había salido y todavía no había casi nadie en las calles. Recorrió una pequeña distancia y llegó al contenedor donde arrojó la bolsa y decidió quedarse a esperar a que viniera, mientras esperaba pensó en lo feliz que le hacía su trabajo. Era lo que le daba sentido a su vida y la llenaba de emoción y se dio cuenta de que era una persona increíble. Otros hombres que se dedicaban a lo mismo que él se rompían la cabeza pensando planes que daban como resultado algo insulso y chapucero, pero él no, él ejercía su profesión de manera hermosa y eficaz y para la siguiente ocasión había pensado algo especial  y entonces oyó llegar el camión de la basura.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Diario de un exiliado

Acababa de finalizar la interminable carrera de historia y ahí estaba yo. A mis veintitrés años sumergido en la plena cola del infierno o también llamado INEM. Ahogado por las innumerables facturas que acechaban la puerta de mi casa como hienas insaciables. Ante esta penosa situación y el decadente futuro que me esperaba en aquel supuesto país primermundista. Tenía mil y un sueños que cumplir, mil y una épocas que investigar sin embargo, los escasos recursos otorgados por el gobierno provocarían en mi lo que se conoce popularmente como “devolverme a la puta  vida”. Decidí olvidarme de todos los males de la mejor forma posible, con una buena noche de cerveceo.
¡Buena idea! Pensé, irse de cerveceo sería la mejor salida pero la realidad me había devuelto a  mi sitio de nuevo. Ahí volvía a estar yo, calentando la silla del bar mientras bebía aquel manjar de dioses. Ese manjar que era como mis ahorros, tan pronto estaban, tan pronto pasaban a engrosar la cuenta de un goloso banquero. Pero algo cambió esa noche. Un ofrecimiento por parte del camarero me haría pasar una buena noche. El nuevo producto S.E.T.A me dejó efectivamente, cojonudo. Caí al suelo rotundo llevándome un santo golpetazo en la nuca que sí, me hizo pasar una agradable noche, debido a que antes de caer, ya había lanzado cuatro maldiciones a algún dios pagano.
Desperté en un suelo frío y hecho de arena con un dolor de cabeza proporcional a la lívido que ya debería haber bajado. Me levanté con cierta dificultad y dije con una sonrisa que me iluminó la cara:
-Joder, al final la noche no ha salido tan mal, el barman no me ha cobrado las cañas así que, dentro de lo malo, soy un cabrón con suerte.
Observé mí alrededor, un sol resplandeciente se hallaba sobre mi cabeza iluminando todo mi alrededor. Campos y campos de arroz vacíos rodeaban el camino en el que había despertado pero la verdadera joya histórica se hallaba delante de mis ojos. Un Torii budista del siglo segundo de la época Edo. ¡Menuda maravilla! Exclamé. Todos estos años de arduo trabajo habían servido para identificar tres palos de madera y mil botes de pintura roja, irónica realidad. Crucé el portón en busca del ansiado templo budista que esperé que fuera antiquísimo. Mi cuerpo entero tembló de la emoción pero para desgracia mía lo que encontré no fue exactamente eso, lo me hizo volver a creer que necesitaba una experiencia romántica o en su defecto, un buen trabajo. Lo que descubrí no fue exactamente un templo budista, más bien fue todo lo contrario. Una batalla campal entre dos clanes yacía bajo mis ojos. Por el icono de sus estandartes de guerra pertenecían a los Anbu y a los Shin-ra, los cuales se hallaban en una enorme planicie de hierba fértil adornados por unos pocos cerezos en flor. La situación en la cual me encontraba me resultó tan surrealista que espero que sepáis que ocurrió. Exacto, ¡Bendita y divina realidad! No estaba en fabuloso Japón de la era Edo, sino en mismo bar ruinoso de antes, con la jarra en la mano, con las mismas deudas de antes y ¡Oh sí! con la lívido tan alta como la de un adolescente de dieciséis años. Así que no hay mejor forma de acabar que diciendo, ¡Viva España!