Zeta.
GRUPO ESTABLE ESCRITURA CREATIVA I.E.S J.M BLECUA
Un grupo intergeneracional, formado por adultos y jóvenes escriben y se cuentan el mundo cada tarde de martes en la biblioteca del IES J.M Blecua. Mario Cosculluela los acompaña para jugar mientras exploran y recorren. Estos son algunos de los textos de estos talentos. Es un proyecto posible gracias al apoyo del PIEE del IES Blecua y Creaciones del Viento.
martes, 16 de agosto de 2016
Para mi el grupo... ¿qué es?
Me gustaría agradecer todos los momentos que he pasado con este club, escribiendo libremente bajo las cadenas de los retos que nos hacían mejorar. Agradecer cada tarde, el viento, la lluvia, las nubes, el sol y hasta el ocaso presenciaron nuestras historias. Seré breve, me ha encantado aprender, he descubierto cosas sobre mí mismo y estoy muy orgulloso. Espero volver a vernos de nuevo, ha sido un gran grupo que desgraciadamente este año no voy a poder integrar. La universidad me espera, y esta vez es por la tarde, muchas gracias por todo, desde mi maestro hasta a mis compañeros que lograsteis ser algo más que una de las muchas personas que miro indiferente.
jueves, 7 de julio de 2016
Rosario, Rosario
Rosario la ciudad del pecado,
la capital de la Santa Fé.
Abandonado Rosario, fue dejado por un bien,
cuya rosa fue abandonado en un río de rosario.
Había un pez que se alimentaba de la flor de Rosario,
hasta que la rosa se extinguió y Rosario le acompañó.
viernes, 22 de abril de 2016
Esto es lo que conservo
Quiero dejar de pensar, quiero dejar de
asustarme, quiero hablar como si nada hubiera pasado.
Quiero esperar, quiero esperar a pintar
mi mente, a que todo en adelante vaya a mejor, a que siempre una
palabra sea mejor que la anterior, a que las cosas por muy sencillas
que sean siempre estén bien hechas.
Desarmar mi conciencia y dejar de
opinar sobre lo perdido.
Agarrarme al camino y decir señalando
“esto es lo que conservo”.
martes, 22 de marzo de 2016
dados, montaña, partituras, templo, montañas.
Una leyenda está
escrita en un mapa, cuya historia es: en el templo del sol naciente en las
colinas más sobresaliente, se encuentra las partituras de la vida y la muerte,
la vida creada por un servidor de dios, un ángel de puro corazón, creo para que la humanidad tuviera una salvación,
ya que se dice que es capaz de curar cualquier dolor incluso el del amor. Las
partituras de la muerte, es una belleza inocente, creada por la parca una chica
poco benevolente quien lo toque puede causar la muerte a sus oyentes.
Hoshi el
descubridor del mapa, teniendo una enfermedad que con el tiempo le terminara por matar. Sus
últimas esperanzas yacen en una leyenda escrita en un papel sin más, sin
demorar pone rumbo al templo de la montaña antes que la enfermedad lo termine
por acabar, pues su única forma de mantenerse con vida se encuentra en unos hongos
capaz de retrasar el proceso de la enfermedad pero no curar, ya costa de los sentidos ir perdiendo los poco a poco
sin siquiera notar, que tristeza es que su cuerpo poco a poco se le termine por
acabar ya que el tiempo hiso que casi no pudiese mirar o saborear, ni el dolor
era algo que el pudiese sentir sin más, llegando a la sima Hoshi encuentra el
templo sin darse cuenta da unos paso así un cofre donde dentro yace su salvación
pero cuando tiene el papel no podía ver más su visión se terminó por fallar y
sus lágrimas empiezan a brotar, y una
palabras empieza a soltar, aunque no se le puede escuchar ya que el habla era
otra cosa que tan bien se le termino por acabar, pero el viento fue capaz de
entender cada frase en el instante.
Hoshi: hoy me
despido de esta vida, que al parecer muy poco me quería, de una esperanza falsa
que quise tener hasta el final, que solo me termino por de rumbar aún más de lo
que podía estar, por una vida miserable nada más y estoy tan vacío que ni
siquiera puedo llorar, a dios mundo al que alguna vez pude amar, pero de ese
momento ya ni siquiera puedo recordar.
Fue cuando
escucha una hermosa voz y le dice: te canto mi canción?
Hoshi: si viene de
tu voz no veo por qué no.
que soy ?
Albergo las más
hermosas figuras
Y muestro los
sentimientos que aún perduran
El día a día de
una persona
Lo que odias o
perdonas
Guardo secretos, escondiéndome
de los que no deben saberlo
Soy la mayor alegría
o tu peor tristeza
Albergó leyendas nucas
olvidadas
E historias que
tienen que ser enseñadas
Soy testigos de
las mayores obras
Y predico lo que
la gente adora
Tal vez fui echo
para expresar
Sacrificando una
vida de verde para admirar
Apolo el dios que
enseño a los romanos
Me hiso para
explicar, el mundo en su totalidad
Me eliminan
cuando suelen fallar
Tal vez mi valor
reside en lo que me puedan gravar
UN TRABAJO SENCILLO. Relato 1 Nehemías
El silencio era absoluto, todo el cuarto estaba a oscuras,
solo iluminado vagamente por la luz de la luna que entraba por la ventana. Él
estaba sentado en una esquina de la habitación totalmente inmóvil. Respiraba despacio
dejaba escapar el aire lentamente por la boca como si quisiera saborearlo,
adoraba esos momentos después de trabajar, un instante de paz en el que el
mundo parecía detenerse y sólo existían él y su obra. Abrió los ojos, observó
su trabajo de hoy y quedó bastante satisfecho. Estas últimas semanas su oficio
no le había saciado como antes lo hacía. Seguía divirtiéndose pero ya no sentía
esa euforia y excitación, cómo si hubiera perdido su magia, y eso lo deprimía.
Pero en aquella ocasión lo había sentido casi como en los viejos tiempos. Este
pensamiento lo hizo sonreír se levantó y se dirigió al baño, se contempló delante
del espejo, es cierto que trabajar en su obra le encantaba, pero a veces le molestaba lo mucho que se ensuciaba. Llenó
la bañera de agua caliente se quitó la ropa y se sumergió en ella. Dejó escapar
un largo suspiro, había llegado a considerar el bañarse como una parte
indispensable del ritual. Era su manera de purificarse y de renovar sus
pensamientos. Se recordó a si mismo que después tenía que quemar la ropa
manchada y también comprar un traje nuevo (en realidad tenía ropa de sobra pero
nunca se sabe cuándo vas a necesitar uno de repuesto). Estuvo unos cuatro
minutos más en el agua y después salió, se secó
lo más rápido que pudo y se vistió con ropa nueva, miró su reloj de
muñeca eran las seis p.m. todavía había tiempo, así que se puso manos a la
obra, cogió una bolsa de basura de tamaño grande y se puso unos guantes de látex
y empezó a meter las piezas dentro de la bolsa, costó meterlas todas, pero lo
consiguió, también metió la herramienta que había usado aquella vez. Antes de
meter la última pieza la sostuvo en su mano y la observó, todavía caían de ella
los hermosos cabellos color miel, aunque su rostro ya no eras ni de lejos tan
bello como antes. Al mirarla no pudo evitar volver a sonreír y se le ocurrió la
idea de besarla pero al final no se atrevió. Después de todo en su trabajo
había fronteras que ni él mismo quería cruzar, y lo metió en la bolsa, pensó
que todavía le quedaba tiempo para limpiar su habitación, así que lo hizo,
limpió a conciencia, el suelo y las paredes y cuando acabó volvió a mirar el
reloj, las ocho menos veinte p.m. ,se felicitó a si mismo por lo
espectacularmente sincronizadas que estaban sus acciones con el tiempo. Cogió
la bolsa donde lo había metido todo y salió a la calle. El sol apenas había
salido y todavía no había casi nadie en las calles. Recorrió una pequeña
distancia y llegó al contenedor donde arrojó la bolsa y decidió quedarse a
esperar a que viniera, mientras esperaba pensó en lo feliz que le hacía su
trabajo. Era lo que le daba sentido a su vida y la llenaba de emoción y se dio cuenta
de que era una persona increíble. Otros hombres que se dedicaban a lo mismo que
él se rompían la cabeza pensando planes que daban como resultado algo insulso y
chapucero, pero él no, él ejercía su profesión de manera hermosa y eficaz y
para la siguiente ocasión había pensado algo especial y entonces oyó llegar el camión de la basura.
miércoles, 16 de marzo de 2016
Diario de un exiliado
Acababa de finalizar la interminable carrera de historia y
ahí estaba yo. A mis veintitrés años sumergido en la plena cola del infierno o
también llamado INEM. Ahogado por las innumerables facturas que acechaban la
puerta de mi casa como hienas insaciables. Ante esta penosa situación y el
decadente futuro que me esperaba en aquel supuesto país primermundista. Tenía
mil y un sueños que cumplir, mil y una épocas que investigar sin embargo, los
escasos recursos otorgados por el gobierno provocarían en mi lo que se conoce
popularmente como “devolverme a la puta
vida”. Decidí olvidarme de todos los males de la mejor forma posible, con
una buena noche de cerveceo.
¡Buena idea! Pensé, irse de cerveceo sería la mejor salida
pero la realidad me había devuelto a mi
sitio de nuevo. Ahí volvía a estar yo, calentando la silla del bar mientras
bebía aquel manjar de dioses. Ese manjar que era como mis ahorros, tan pronto estaban,
tan pronto pasaban a engrosar la cuenta de un goloso banquero. Pero algo cambió
esa noche. Un ofrecimiento por parte del camarero me haría pasar una buena
noche. El nuevo producto S.E.T.A me dejó efectivamente, cojonudo. Caí al suelo
rotundo llevándome un santo golpetazo en la nuca que sí, me hizo pasar una agradable
noche, debido a que antes de caer, ya había lanzado cuatro maldiciones a algún
dios pagano.
Desperté en un suelo frío y hecho de arena con un dolor de
cabeza proporcional a la lívido que ya debería haber bajado. Me levanté con
cierta dificultad y dije con una sonrisa que me iluminó la cara:
-Joder, al final la noche no ha salido tan mal, el barman no me ha cobrado las cañas así que,
dentro de lo malo, soy un cabrón con suerte.
Observé mí alrededor, un sol resplandeciente se hallaba
sobre mi cabeza iluminando todo mi alrededor. Campos y campos de arroz vacíos
rodeaban el camino en el que había despertado pero la verdadera joya histórica
se hallaba delante de mis ojos. Un Torii budista del siglo segundo de la época
Edo. ¡Menuda maravilla! Exclamé. Todos estos años de arduo trabajo habían
servido para identificar tres palos de madera y mil botes de pintura roja,
irónica realidad. Crucé el portón en busca del ansiado templo budista que
esperé que fuera antiquísimo. Mi cuerpo entero tembló de la emoción pero para
desgracia mía lo que encontré no fue exactamente eso, lo me hizo volver a creer
que necesitaba una experiencia romántica o en su defecto, un buen trabajo. Lo
que descubrí no fue exactamente un templo budista, más bien fue todo lo
contrario. Una batalla campal entre dos clanes yacía bajo mis ojos. Por el
icono de sus estandartes de guerra pertenecían a los Anbu y a los Shin-ra, los
cuales se hallaban en una enorme planicie de hierba fértil adornados por unos
pocos cerezos en flor. La situación en la cual me encontraba me resultó tan surrealista
que espero que sepáis que ocurrió. Exacto, ¡Bendita y divina realidad! No
estaba en fabuloso Japón de la era Edo, sino en mismo bar ruinoso de antes, con
la jarra en la mano, con las mismas deudas de antes y ¡Oh sí! con la lívido tan
alta como la de un adolescente de dieciséis años. Así que no hay mejor forma de
acabar que diciendo, ¡Viva España!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)